Dicen que la mente consciente es aquella que analiza y toma decisiones acertadas a partir de ese análisis. En definitiva, gracias a ello, nos permite hacer, ejecutar aquello que tenemos pensado hacer. A raíz de lecturas sobre el tema, bauticé el concepto «pesca consciente». Sí, sé que puede sonar raro, así que miro en las próximas líneas definir el porqué utilizo esta expresión. Es algo que suelto de forma habitual cuando acompaño a algún pescador, o explico cómo afrontar una sesión de pesca, sobretodo a aquellos que son noveles, o los que quieren conocer otras especies, aunque también se la espeto a más de un amigo.
Ya son muchos los años mojando los pies por diversas masas de agua, principalmente ríos. En todo este tiempo he podido observar a muchos pescadores. Algunos lanzan sus artificiales o señuelos naturales al agua sin más objetivo que llegue al medio acuático. Alguno dirá que esto es lo normal ¿no? simple, sencillo. Además, los peces están en el agua… Otros lanzan sus señuelos a puntos más propicios de un río, sea por conocimiento de éste, sea por la experiencia adquirida en innumerables jornadas de pesca. Este tipo de pescador es lo más parecido al practicante de la «Pesca Consciente».
Para mí, la Pesca Consciente es un acercamiento al río con todos los sentidos vivos (en alerta positiva). Por ejemplo, no es lo mismo ir a truchas que a carpas. La vista es muy importante. Adecuar nuestros ojos a las características y color del agua es primordial. Esos primeros minutos forzando la visión para localizar siluetas es algo que calificaría de crítico. Es lo mismo que cuando vamos a setas. La visión debe adaptarse a lo que uno busca. Detectar el pez en su postura es de suma importancia, y más cuando la pesca casi se traduce en un rececho. En la pesca de carpas o barbos en aguas pardas es algo que uno trabaja de forma muy intensa. Esta es una pesca excelente para mejorar nuestras capacidades de observación del medio acuático. La aproximación juega un gran papel. Nada de carreras, ni de saltos bruscos y menos en zonas de piedras sueltas. Nuestros movimientos en muchos casos deben ser lo más parecido a un felino; vigilar las sombras, la rotura de ramas, el movimiento de piedras, reducir nuestra figura. Si hacemos todo de forma correcta tendremos el primer premio, que no es otro de disponer de peces a escasos metros o incluso a los pies.
Otro tema importante es la observación atenta del comportamiento del pez; ¿está comiendo? ¿va de patrulla? ¿nos ha detectado? No todos los peces salen despavoridos cuando nos detectan. Esto lo vemos en truchas en zonas muy pescadas tipo intensivos, como de forma muy interesante en carpas, las cuales incluso llegan a nadar hacía ti un instante como para indicar que ¿nos han visto…? Sobre la pesca de la carpa ya compartiré mis andanzas y mis conclusiones en otra entrada, si es que se pueden calificar así.
Cada especie tiene su propio comportamiento. Para muchos que estáis leyendo puede parecer una obviedad, pero realmente no lo es. Veo pescadores que se acercan al río de la misma manera, sea para pescar truchas salvajes en riachuelos, como en zonas de llanura; para afrontar una salida a lagos o para pescar carpas, barbos en pantanos o ríos. Estos pescadores no pescan de forma consciente. Son pescadores, por supuesto, pero necesitan progresar en el conocimiento de las especies que quieren tentar y en el ambiente que se van a desenvolver.
Generalmente suelo dejar al acompañante que pesque un rato solo. Primero prefiero observar cómo se aproxima al río, si lo comprende, si lanza a los puntos teóricos más calientes o al menos a los más potenciales. Luego, si es preciso, miro de aportar el poco conocimiento que he adquirido. Y acto seguido, suelo soltar mi discurso sobre la «La Pesca Consciente» y lo interesante de saborear todavía más lo que estamos haciendo 😉