No, no hay fortuna. A pesar de esos círculos mágicos, decido parar de lanzar mi mosca, algo me dice que hoy no, no estoy haciendo bien los deberes. He de estudiar mejor ese pez, dedicar un tiempo a pensar en su comportamiento, averiguar qué es lo que realmente está comiendo. Un nuevo reto para seguir disfrutando de la esencia de la pesca con mosca.
Esto que comento es algo que hago con cierta asiduidad, cuando delante tengo peces complejos. Esos peces que habitan aguas sujetas a mucha presión de pesca, los cuales han visto artilugios de pesca de toda índole. Esos peces que bautizamos de forma abierta, públicamente, o que nos reservamos para tutearnos en la intimidad de esas aguas.
En esta ocasión voy hacer otro de esos bautizos públicos. Lo voy a llamar «Alfred» en honor Sir Alfred Joseph Hitchcock, maestro del suspense y el trhiller psicológico. Y mira, que ahora no estoy muy seguro, pero creo que se trata de un hembra, en fin, no creo que me lo tenga en consideración, al fin y al cabo soy un sencillo Homo sapiens habituado a nombrar las cosas.
La primera vez que lo detecte no lo pesqué, de hecho pesque otra más pequeña, una de esas que se ponen en la misma zona y que yo llamo escuderos, pero en este caso las dos estaban comiendo de forma bastante cercana. Además, la otra era una fario y esta es un iris. Cuando prendí su vecina ya le dije a mi amigo Alberto «la otra es más grande, y mira que esta no es pequeña».
Esa trucha me puso realmente en modo «suspense» como si en vez de pescar yo estuviera viendo como pesco yo… por favor, que día más denso que llevo. Lanzar la línea, ver con la trucha come con fervor, ver tu mosca ir en la dirección correcta, llegar al anillo de la subida, ver el morro, ver seguir la mosca… y eso una y otra vez, con diversas moscas, una sensación de suspense que no os podéis imaginar. Finalmente decidí desistir, dejar ese pez en tranquilidad y a la par, urgir un plan para intentar poder acariciar sus escamas.
Al cabo de unos días me dispuse «tocarle la comida». Sí, esos peces que se dedican a comer de forma sistemáticamente en superficie algo comen, eso es obvio, así que no hay nada más divertido que ir ex-proceso a meterse justo en su puesto de caza para ver que gominolas están ingiriendo. Y así lo hice, con el agua muy arriba me puse justo dónde Alfred satisface su hambre. Mi objetivo detectar y agarrar alguna muestra de lo que engullía con tanta glotonería. Solo necesité un par de minutos para detectar el objeto de su deseo, desde ahora de mi deseo. Con mi redecilla cogí un par de muestras. Media vuelta, un saludo a Alfred, seguro que debía estar observándome con estupor y de vuelta a la orilla. No puedo negar que salí de la zona con una cara de malévolo que ríanse ustedes de los malos de muchas películas. En mi poder, mi particular tesoro en un pequeño bote con alcohol, una pequeña efémera en dos estadios. La mayoría que observé, en estado de emergencia, y algún que otro subimago, así que, para casa, uno de cada ejemplar, que hay suficiente.
Y llego el día. Con una ilusión tremenda me dirigí de nuevo a la zona de Alfred. Ahí estaba, una vez más saboreando su comida. Y yo, con mi catering especial, debajo de una débil e intermitente lluvia.
Empecé a vadear en busca de la mejor posición de lanzado, pero empezando de bastante abajo, primero en busca de la vena principal para corroborar que ese día seguía emergiendo algo similar. También, porqué aparte de la mosca, hay que cuidar otros detalles. Se trata de pescar un pez especial, por lo tanto, hay que asegurar y porqué no, adornar todo el lance de la mejor manera. Seguí avanzando, hasta llegar a tan solo unos 8 ó 10 metros de él. Saqué la línea necesaria, preparé el lance. Solo quería un solo lance, ese pez ya sabe lo que significa una sombra volando por su cabeza. Estiro la línea en otra dirección perpendicular, calculo la distancia y lanzo. Posada suave, deriva directo al anillo de la subida, morro alzado, un sonoro y claro «glup» toque de muñeca y tensión de la línea… Carreras, saltos fuera del agua típicas de estas truchas, y al final un dulce acercamiento. Un buen ejemplar, entrado en los 60 cm a tenor de la dimensión de la caña.
Finalmente, un breve recuerdo digital, una rápida liberación. El sé va, en busca de su refugio, yo me voy con mi objetivo cumplido. Ha sido un lance rápido, breve, pero hermoso. Hasta otra Alfred, nos seguiremos viendo por esas aguas.
Salgo directamente del agua a pesar de ver otras cebas. Hoy se ha hecho realidad un pequeño sueño, más que suficiente para proveer de energía a mis sentidos.
Bueno, bueno, esto ya no es pesca, ni se acerca, esto ya es poesía pura 🙂 Enhorabuena, Ferrán, por sentir y hacernos sentir esos mágicos anillos.
Un saludo,
Pablo
Gracias por el comentario Pablo. Ya mismo estamos todos en esos anillos
Muy bonito el deseo….!!! Saludos. José A.
Por unos minutos he estado viendo a esa trucha en vivo y en directo gracias al precioso relato, no te has dejado ni un detalle! Enhorabuena Ferrán, no sabes que envidia me das… 😉
Me encanta lo que dices Mario, gracias de verdad.