He tenido un agosto (2013) pródigo en sorpresas, unas buenas o interesantes y otras digamos no tan buenas. Pero dejemos las no tan buenas para centrarnos en una de las buenas o tirando a buenas según con que ojos se vean.
Este año he vuelto a Galicia. De las diversas actividades que me placen hacer cuando el destino es playero sin duda, uno de ellas, son los paseos por la orilla del mar. Esto en Galicia es enormemente más placentero que en otras zonas. Playas enormes, preciosas, con poca gente o incluso sin nadie. Es una delicia poder andar pensando en tus cosas o gozando de un rato con algún ser querido ante esos escenarios majestuosos, de gran belleza. Los atardeceres suelen ser momentos especiales, sobretodo si vas a presenciar el ocaso del astro rey.
En uno de estos paseos me llevé a mi hija. La intención, más que parlamentar, era dar unas varadas a spinnig por aquello de ver si alguna de las lubinas que pude ver en la zona querían saludarme, o quien sabe si algún otro pez de los que por ahí pululan. Pero no, el destino quiso que ese día me dedicara a otros menesteres.
Eran sobre las 18:30 cuando al tercer lance, sí, al tercer lance, mi hija me aviso de que una gaviota estaba sentada en la playa ¿? al mirar, no vi gaviota, vi un precioso alcatraz. Me mosqueó en grado sumo ver un alcatraz postrado como mirando la playa, vamos, como que no. Sin dudarlo, me acerque y pude ver al momento el origen de ese comportamiento. El pobre tenía clavado un buen pez artificial que le agarraba el ala, el pecho y una de sus patas, eso, más un buen tramo de nailon de buen grosor.
Lo primero que hicimos con mi hija es tapar la cabeza del alcatraz con la chaqueta que llevaba para mirar de tranquilizarlo. Todavía tengo presentes los movimientos de su pico mirando de soliviantarme de tal decisión. Finalmente lo conseguimos. Mi hija procedió a aguantar su cabeza y yo procedí a quitar el pez artificial de marras. Tardé lo mío en conseguirlo, más de 20 minutos. Me costo horrores sacar la popera que tenía en la membrana de la pata a fin de dañar lo menos posible. Finalmente, una vez libre de dicho artilugio procedí a soltarlo. La expectación de que pudiera salir volando me puso el corazón a mil, pero no, nuestro amigo se quedo ahí, postrado, sin mirar siquiera de levantar el vuelo.
Ante tal panorama llame al 062 los cuales me indicaron que las competencias eran de la Xunta. Llamé a la Xunta y no me contesto nadie, llamé al ayuntamiento de Laxe y tampoco. Me puse en contacto con Rosi, la compañera de Mark con cuya familia estaba compartiendo unos días de descanso. Llamó al 112 y todavía esperamos que alguien nos llame. Luego llamó a los socorristas de la playa, los cuales si acudieron con un bidón, mal rollete, mal rollete pensé. Ellos fueron claros, no iban a poder hacer nada. Por todos los astros, mira que pasarme esto en un domingo de agosto a la tarde… me miré al alcatraz y me dije que ese no debía ser su fin. Rosi que pensó lo mismo dijo que ya nos encargábamos nosotros. Rosi es veterinaria, así que al tajo… A falta de un equipo de rayos X repasó el ala del alcatraz a mano. Parecía en buen estado aunque, con la marca de la popera en su ala, costado y pata. Finalmente y después de unas tres horas de espera, decidimos dejar el alcatraz en una zona de agua tranquila, un pequeño río o laguna que vierte al mar en esa zona. A la mañana siguiente fui a mirar y ahí no estaba. Espero y deseo que finalmente siga surcando los mares.
Mirando por Internet he podido ver que estos percances son habituales en estas aves, incluso he podido ver una fotografía con el sedal colgando de su boca.
Un saludo y espero que a seguir volando 😉
Grande Ferrán, estos gestos demuestran mucho, la administración como siempre a lo suyo, mucho medio ambiente en la boca pero a la hora de la verdad nada de nada.
Por cierto, toda la vida he veraneado en esa zona (tanto en Corme como el Laxe) ya es casualidad!
Un saludo!
Pues mira que ya es casualidad Mario. Yo he estado un par de veranos.