Hace ya unas semanas que volví de pescar por Pirineos con Alfonso García. Empecé a escribir la crónica, pero con la vorágine del verano, el trabajo y demás al final no publiqué, algo que remedio en estos momentos. Al final también podéis ver un vídeo resumen de todo ello.
El año pasado se trastocó todo. Una epidemia empezó a diezmar la población. Desde nuestros respectivos confinamientos nos comunicábamos. Las noticias que me pasaba Alfonso desde su pueblo de adopción eran muy tristes. Los abuelos caían uno detrás de otro (las tasas más altas, creo recordar, de toda España). La población enormemente contaminada, triste, muy triste. La salida prevista quedó relegada para otro año, independientemente que hubiera una ventana que permitiera el viaje. La prevención ante todo.
Este año ha podido ser. Por fin llegó el reencuentro. Alfonso y Teresa me recibieron, una vez más, como uno de la familia. Que maravilla volver a estar ahí, respirar Pirineo, sentir el frescor en el cuerpo.
Como llegué a una hora decente ya pudimos aprovechar para hacer unos lances en los dominios de Alfonso. No tardamos en ver peces activos. Aunque no estaban muy por la labor algunos fuimos sacando. Pescar esas horas de tarde ya me supieron a gloria. Luego cena en casa, charla, vamos, un día completo.
Para el día siguiente Alfonso planteó una salida que en su día no pudo ser. Una de esas jornadas de pateo guapo, paisaje, mucho paisaje y de pesca en plan ratoneo. Encontramos un río que estaba, muy probablemente pescado de hacía poco. Con el paso de los años uno de vuelve medio indio y ve lo que otros no ven; hierba pisada río arriba, rasguños en las piedras… ya me entendéis. A pesar de ello fue una sesión muy agradable. La vuelta con calma, mirando fauna, Esa marmota que parece que pose para hacerse la foto. Resumiendo, una buena sesión pirenaica.
El último día fuimos al «coto de Alfonso». Pescamos un tramo que yo no había tocado aún. Una delicia. Al primer lance ya subió una, y así un buen número de ellas. Una jornada muy chula, pescando solo a seca, de hecho toda mi estancia fue pesca a seca, una gozada.
No quiero dejar este escrito/crónica sobre esta salida a Pirineos sobre comentar o extenderme en algunas cosas.
Cuanto he leído, escuchado sobre el debate en la selectividad de las truchas Pirenaicas. A veces se hace desde casa, en la oficina o en tertulias en las redes sociales. «Las truchas pirenaicas no son selectivas por que necesitan comer…». Seré claro, ja,ja, multiplicado por 100 jaes… Esto es algo que ya he comentado en otras ocasiones. Sí, yo era de esos, de que esos peces comen de todo, pero los años, el saber de otros amigos te demuestran lo errado sobre la cuestión. Esto lo he podido corroborar, una vez más, en esta salida. Y este año nos reímos a conciencia con una truchas sobre las cuales, a pesar de hacer buenos lances, presentaciones y de no tenernos controlados (seguían comiendo) no hubo manera de engañarlas, ni con nuestros montajes rollo «gamberros» de esos que sabes que difícil no las acabes levantando. Es más, en una de las jornadas, la diferencia de pescar con una hormiga de tamaño diferente y color ligeramente diferente (detalles casi imperceptibles) fue la diferencia de levantar muchos más peces, os hablo de una proporción 1/10 brutal. Una de las imitaciones era extremadamente más pescadora.
El error de saberse buen pescador. Lo he visto mucho y lo sigo viendo. Siempre he dicho que soy un pescador de los normales, lejos de muchos. Y esto lo tengo mucho más claro cuando voy con pescadores como Alfonso (no pongo el nombre de otros porqué aquí, este año, solo pesqué con Alfonso). La elección de la mosca en cada tipología de escenario (dentro del mismo tramo) el secado correcto de la mosca y otras muchas cosas más, que hacen que de cada punto salgan peces. Que maravillosa es la pesca a mosca, cuánto me queda por aprender.
Sí, he disfrutado, gozado y además he seguido aprendiendo, nunca quiero dejar de hacerlo.
Ya falta menos para el próximo encuentro.